Samsung no está atravesando su mejor momento con su último lanzamiento: el Galaxy S25 Edge. Lo que inicialmente se vendió como el smartphone más delgado en la historia de la marca, ha terminado siendo un fracaso en ventas. Las cifras no mienten: tras solo tres semanas desde su lanzamiento, las ventas han caído en picado, algo totalmente inusual para un nuevo terminal de la marca.
Un diseño atractivo con muchas concesiones
El Galaxy S25 Edge tiene un cuerpo de solo 5,8 mm de grosor, algo que sin duda impresiona en mano. Pero esa delgadez ha pasado factura. La batería se ha visto muy comprometida, quedando en apenas 3.900 mAh, lo que se traduce en 12,4 horas de uso activo con brillo bajo (150 nits). Comparado con los 15,43 h del S25 estándar o las 17,14 h del S25 Ultra, es una gran diferencia.
A eso hay que sumarle otras concesiones importantes:
- Carga más lenta: Solo un 54% de batería en 30 minutos, frente al 70% del S25 Plus.
- Sin teleobjetivo, lo que afecta directamente a la calidad de las fotos con zoom.
- Peor cámara en general, algo difícil de justificar en un móvil de más de 1.250 euros.
Las consecuencias para Samsung… ¿y para Apple?
Este batacazo comercial ha obligado a Samsung a reducir drásticamente la producción del Galaxy S25 Edge para este mes, intentando evitar que el stock se acumule en las estanterías. Pero la cosa va más allá. El plan original de Samsung era que el próximo Galaxy S26 Edge reemplazara al modelo Plus, pero con esta situación, todo apunta a que el Galaxy S26 Plus volverá para no perder cuota de mercado.
La situación también sirve de advertencia para Apple y su futuro iPhone 17 Air, que promete seguir una filosofía similar: delgadez extrema a costa de batería y funciones. Quizá este revés haga que los de Cupertino reconsideren su estrategia o incluso ajusten precios para no repetir el mismo error.
